Acompañamiento durante el duelo

El período de duelo es muy complejo, hay momentos muy críticos de soledad y muchas veces la aflicción se agudiza tiempo después de ocurrida la pérdida. Hay veces que, por ejemplo, pasado un año o más, se vive realmente el duelo, necesitando el doliente de mucho apoyo y comprensión.

Es por eso que para nosotros es muy importante transmitir que hay que pedir ayuda para superar las etapas críticas de dolor. Sabemos también, apoyados por nuestra experiencia y por estudios sobre el tema, que la mejor manera de procesar y elaborar el duelo, de manera de poder sanar heridas, es comunicando lo que se siente, se teme, se añora. Si bien es una realidad que la muerte de un/a hijo/a es algo que nunca se supera, es también verdad que podemos aprender a vivir con ese dolor.

Te invitamos a abrir tu corazón, para conversar, activa (hablando) o pasivamente (escuchando), con quienes han pasado algo similar a lo que tu has vivido.

El acompañamiento lo ofrecemos en dos modalidades:

  • Acompañamiento individual: consiste en reunirte con un/a tutor/tutora, de modo de generar un espacio de conversación, reflexión y apoyo. Puedes ser solo tú, o tú con tu pareja. Estas reuniones se dan en un marco de confidencialidad, gratuidad y libertad (puedes reunirte una o más veces, según lo que tú desees).
  • Acompañamiento grupal: durante el año realizamos varios encuentros de mamás y papás tras la pérdida. Estas oportunidades son muy enriquecedoras, pues a pesar de la diversidad de historias hay muchos factores comunes entre ellas, que nos hacen sentir acompañados y nos ayudan a aceptar nuestros sentimientos y pensamientos como naturales. Al igual que todos nuestros ofrecimientos, la modalidad de estos encuentros se rige por nuestros principios de confidencialidad, gratuidad y libertad (puedes asistir una o más veces, según tu lo decidas).

Para concertar este apoyo, debes escribir al correo contacto@amparos.cl y te responderemos a la brevedad.

Vivir el duelo por la muerte de tu bebé. Sugerencias para un tiempo complejo

Los padres y madres que hemos perdido un/a hijo/a, sabemos que esa experiencia nos cambia completamente: pasamos a ser otras personas, unas que cargan con una pena que nunca pasará, como si ella fuera una parte más de nuestro cuerpo y mente, un elemento más en nuestra configuración física y emocional. Esta nueva vida que comenzamos, sin embargo, no es necesariamente un camino de dolor constante, en el que no veremos nunca más la felicidad. Aunque así lo sintamos a veces, es posible sobrellevarlo, aprender a vivir con él y aceptar a la nueva persona que nace de esta tragedia.

Intentaremos brevemente entregar algunas palabras orientadoras que te ayuden a asimilar este camino.

Estar en duelo: un proceso personal, no una enfermedad.

El duelo – aquel proceso marcado por intensas emociones tales como rabia, angustia, tristeza profunda, desconsuelo, desolación, agudeza en nuestros juicios, máxima sensibilidad, culpa, miedos, necesidad de aislamiento y apoyo al mismo tiempo – no es una enfermedad: es un proceso que cada persona transita distintamente, a ritmos diversos y encontrando respuestas diferentes a los cuestionamientos vitales surgidos durante él. En este sentido, no existe un remedio o receta única para calmar o poner fin a esta etapa dolorosa de nuestra vida; cada cual irá haciendo su propio camino de sanación.

Así, aunque algunas personas te digan que pasado cierto tiempo es ya hora de secar las lágrimas, salir al mundo y estar bien, intenta no imponerte esas categorías. Vive tu duelo, sin apresurarte. Tu tiempo es distinto al de otros. Para algunos éste dura un año, para otros tres, para otros el pesar solo aparece tiempo después de vivida la pérdida y para algunos se siente como ciclos pendulares de dolor, intercalados con momentos felices. No te obligues a enfrentar la vida como siempre lo hiciste si hay días en que tu angustia es demasiada, no te empujes a tomar muchos proyectos si no te sientes capaz. El duelo es un tiempo para cuidarte. Escúchate, sé comprensivo/a contigo/a mismo. Cada día tiene su afán. Si un día no quieres salir de tu casa, deja esa tarea para mañana o para cuando tengas un impulso que no implique exigirte demasiado.

Buscar lo que te acoge y lo que tiene sentido para ti.

No obligarte a salir del duelo rápidamente no significa quedarte centrado/a en el dolor, sino elaborarlo y buscarle una salida de manera adecuada. Elaborar el duelo significa aceptar que fue nuestro/a hijo/a el/la que murió, no nosotros/as – aunque a veces así lo creamos. Quedarnos encerrados en nosotros mismos y aislarnos completamente puede traer consecuencias muy negativas. Hay tanto que sacar fuera del corazón, tanto que expresar, tanto frente a lo cual sentirse rebelde o castigado. No te quedes con eso dentro. Busca algún modo o a alguien empático con quien compartirlo para ir aliviando la carga e ir dándole perspectiva. Puede ser un psicólogo/a o acompañante espiritual. Puede ser un/a buen/a amigo/a. Busca personas afines, con quienes te sientas escuchada/o e intenta evitar ambientes y opiniones que te depriman. Existen grupos de padres que pueden acoger tu sufrimiento.

La experiencia muestra que con el tiempo a muchos papás y mamás el duelo los ha impulsado a emprender nuevas actividades o profundizar en nuevas reflexiones, abriéndose a mundos nuevos: tanto exteriores como interiores. Algunos se atreven a inscribirse en un curso de yoga o en círculos de conversación, otros a escribir poesía, otros buscan realizar un voluntariado para poder canalizar ese amor que no pudo ser entregado al hijo/a. Todas ellas son formas válidas para ayudarse a seguir adelante y nos muestra que la muerte de un ser querido nos da otra visión de la vida.

Si estás en pareja, lograr comunicación y apoyo mutuo es de gran ayuda. Pero debemos recordar que en toda relación existen diferencias en la manera de procesar y demostrar los sentimientos entre una persona y otra, así como de enfrentar el dolor. Una manera de resolver las distancias es encontrar instancias adecuadas para conversar acerca de lo que siente y espera cada uno del otro, en este tiempo. De esa manera será más fácil evitar una posible bifurcación de ambos caminos.

La reacción del entorno.

Volver a la casa sin un/a hijo/a en los brazos es muy duro. Pero también lo es insertarse en un mundo que, por lo general, silencia este dolor o bien lo olvida rápido. Tu procesión va por dentro y se intensificará en muchas situaciones cotidianas: cuando veas mujeres embarazadas, bebés, niños/as maltratados/as, cuando te pregunten “cuantos hijos/as tienes”, cuando te digan “tienes un angelito en el cielo” –siendo que tú querías un/a hijo/a- cuando insistan en que sostengas a la guagua de tu prima/o, cuando te inviten a un bautizo o un baby shower. En esas circunstancias es normal que sientas rechazo o envidia, dificultad para relacionarte con otros o crisis emocionales. Es parte del proceso: no te sientas culpable. Ya pasará. Si puedes, intenta ser claro/a con las personas que queremos y no saben cómo actuar, comentándoles que para ti es muy difícil enfrentar estas situaciones y que por el momento prefieres evitarlas. Las fechas significativas también serán momentos removedores y es importante plantear(se) qué es lo que uno espera de esos días, de uno/a mismo/a y de los demás.

Con el tiempo, podrás retomar aquellas actividades que antes hacías, y otras nuevas que nunca pensaste hacer. La muerte de tu hijo/a ser irá haciendo más llevadera y podrás darle un sentido y significado personal que te ayudará a sobrellevarla y valorar la vida y todo lo que te rodea, desde una nueva mirada.